Los protocolos de consenso blockchain permiten construir una base de datos distribuida en la que los distintos actores, sin necesidad de confiar unos en otros, pueden estar seguros de que la información que comparten y aceptan es conforme a todos. Además, el propio sistema se encarga de rechazar los intentos de acceso y de información que no esté aprobada por todos los intervinientes en la red.

La propia red funciona como un notario entre partes,  eliminando posibles desconfianzas o desacuerdos. Tal sería el caso de las relaciones comerciales en mercados de alto riesgo en los que las garantías no siempre son de fiar.

Por ejemplo, imaginemos que tenemos un proveedor en un país asiático el cual nos asegura que la calidad del producto es la prometida. Inicialmente, nos tendríamos que fiar de lo prometido en contrato hasta la llegada del primer pedido, poniendo en riesgo nuestro tiempo e inversión. Para asumir menos riesgos, podriamos exigir una empresa externa que realizara un testeo de calidad, pero más vale que esta sea de total confianza para la parte compradora, pues de lo contrario el riesgo no disminuye. Por ese motivo se exigen controles mecánicos mediante instrumentos calibrados y protocolos de seguridad. En este caso, el riesgo queda circunscrito al organismo calibrador y a las personas que tramitan la documentación.

La tecnología blockchain da fe de las transacciones y las negociaciones e impide que nadie modifique los resultados. Es la bondad de dichas transacciones o negociaciones lo que se ha de asegurar y del resto se encarga la cadena de bloques.

La revolución tecnológica permite dar un salto cualitativo en ese sentido. De la misma forma que los algoritmos de inteligencia artificial ayudan a gestionar el tráfico aéreo eficientemente, la tecnología reduce el riesgo de las relaciones contractuales entre empresas y proveedores.

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